Reseña: De lo presencial a lo performativo: nueva revisión de la indicialidad fotográfica

Twentysix Gasoline Stations - Ed. Ruscha, 1962
El artículo escrito por David Green y Joanna Lowry apunta a la fotografía como acto performativo. En primer lugar analiza la indicialidad de la fotografía señalando dos posibilidades: fotografía como huella química o como acción de señalar.

Se exponen a modo de ejemplo la obras conceptuales Veintiséis gasolineras (Edward Ruscha, 1963) y  Series de gas inerte (Robert Barry, 1969). Green y Lowry  tratan de explicar el peculiar modo que tienen estos fotógrafos conceptuales estadounidense de deconstruir el concepto de fotografía como documento. Con el artículo publicado en ¿Qué ha sido de la fotografía? (ed. David Green, 2003)  la pareja británica pretende seguir un discurso acerca de las condiciones de posibilidad del acto fotográfico.

Cómo hacer las cosas con palabras es la obra clave del lingüista inglés John Langshaw Austin, en la cual introduce el concepto “actos de habla”. Austin entiende los textos como lugares de encuentro nunca vacíos de intencionalidad.  Green y Lowry extrapolan la visión de Austin al diálogo fotográfico. Llevar este concepto al campo de la fotografía hace entenderla de manera performativa, quedando en un segundo plano lo mostrado mientras resalta el acto de mostrarlo.

David Green y Joanna Lowry observan en la búsqueda de la imperfección técnica el modo de destacar el yo del artista. Puede entenderse esta búsqueda como una acentuación de lo que Barthes llamaría el “temblor del tiempo” de la obra de arte, el residuo de la mano del artista que resulta desapercibido en la contemplación cotidiana de la fotografía.

Es en La percepción de los simulacros donde Baudrillard juzga las imágenes como asesinas de su propio modelo. El filósofo francés entiende que las imágenes pasan de ser el reflejo de una realidad de base a enmascararla y pervertirla. Posteriormente, la imagen enmascara la ausencia de referente para acabar sin relación alguna con ningún modo de realidad, siendo casi su “propio y puro simulacro”. Baudrillard dirá:
“Cuando lo real ya no es lo que solía ser, la nostalgia adquiere todo su significado. Hay una proliferación de mitos de origen y signos de realidad; de verdad, objetividad y autenticidad de segunda mano. Se produce una escalada de la verdad, de la experiencia vivida; una resurrección de lo figurativo donde el objeto y la sustancia han desaparecido. Una producción desquiciada de lo real y lo referencial por encima y en paralelo con el desquiciamiento de la producción material: así es como aparece la simulación en la fase que a nosotros nos concierne – una estrategia de lo real, neo-real, hiperreal, cuyo doble universal es una estrategia de disuasión.”
La “estrategia de disuasión” que Boudrillard descubre en la imagen podría ser el acto fotográfico, convirtiéndose por tanto la fotografía performativa en “puro simulacro”. Por otro lado, la mención de la nostalgia, la ausencia y la memoria de lo enmascarado por la imagen nos recuerda a La cámara lúcida de Barthes. Mostrar fotográficamente la existencia del pasado de lo que estuvo frente a la cámara, de lo que fué, es el punctum que atraviesa el studium de la fotografía. El cuerpo de cualquier texto placentero - ya sea visual o verbal - presenta dos rasgos diferenciados: aquello obediente y conformista; y un “perfil móvil, en blanco” - a rellenar subjetivamante -, el cual “nunca es otra cosa que el lugar de su efecto”, donde “se vislumbra la muerte del lenguaje”.
  
Dos perfiles, el pasivo y el activo, que nos llevan al miedo que Heidegger vislumbrará en el hecho de que toda interpretación de la obra de arte no sea más que mera hipótesis. Así, el filósofo alemán duda de la posibilidad de que la obra de arte sea aprehendida por el espectador. En relación a esta idea el propio Barthes hace una interesante reflexión en su articulo De la obra al texto:
     “El texto se parece a una partitura de este nuevo género: requiere del lector una participación activa. Sin duda se trata de una gran novedad, pues ¿quién ejecuta la obra? (Mallamé se planteó la cuestión: quiere que sea el público el que produzca el texto). Hoy en día, sólo el crítico ejecuta la obra (admito el juego de palabras). La reducción de la lectura a consumo es evidentemente responsable del “aburrimiento” que a muchos suscita el texto moderno (“ilegible”), la película o la pintura de vanguardia: aburrirse significa en este contexto que uno no es capaz de producir el texto, ejecutarlo, de deshacerlo, de ponerlo en movimiento”.
De este modo se establece el giro que plantea ahora el acto fotográfico no ya en el acto deíctico y lo que conlleva dicho acto, sino más bien en acto de lectura del público - o del crítico - enfrentado al texto visual.

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